Una nueva cultura sísmica

Las imágenes del 27F aún se mantienen vivas en la mente de los chilenos. Esto, sumado a más educación sobre emergencias, nuevos protocolos de acción y tecnologías de apoyo, parece haber cambiado algo en nuestra sociedad, marcando un antes y un después respecto de cómo la población percibe los terremotos y reacciona frente a ellos.

Por: Javiera Riquelme

Un sismo de magnitud 6,6 sacudía la zona centro-sur de Chile el 29 de septiembre de 2019, cuando el joven Bryan Fuentealba (@bryan27926 en Twitter) sacó su teléfono para grabar. Junto a él, unas 18 personas percibían el movimiento telúrico en el aeropuerto de Santiago. Nadie mostraba preocupación, de hecho, ninguno de los que estaban sentados se puso de pie. Algunos miraban alrededor y otros conversaban en tono bajo.

A los 20 segundos de grabación se escucha a alguien decir: “Se nota que somos chilenos”.

El video se viralizó rápidamente y tuvo casi tres millones de reproducciones, pero en otras cuentas que lo replicaron llegó casi a 500 mil reproducciones, 12 mil “likes” y cuatro mil "retuits".

Los comentarios se dividían entre quienes alababan la calma con que actuaban los compatriotas y los que criticaban la reacción de la gente, calificándola como imprudente y una clara evidencia de la falta de educación sísmica de la población. Más allá de las opiniones, este y muchos otros videos similares que circulan en redes sociales confirman que los chilenos, sin duda, saben de terremotos.

“Creo que todos afuera tienen esa mirada: de que nosotros como país estamos más preparados y acostumbrados a los sismos”, dice Karent Hermosilla, directora ejecutiva de la ONG Psicólogos Voluntarios de Chile. De hecho, afirma Humberto Marín, director de la Sociedad Chilena de Psicología en Emergencias y Desastres (SOCHPED), los extranjeros toman como referencia a los chilenos para saber qué hacer en caso de un sismo.

Jean-Philippe Heroux, que es canadiense y vivió el terremoto de 2010 en Chile, asegura que si algo así ocurriera en su país la gente no solo tendría mucho miedo, sino que “se volvería loca y pensaría que es el fin del mundo”.

Pero consultados al respecto, los mismos chilenos evidencian que esta imagen del ciudadano con “nervios de acero” es un poco exagerada. Mientras que algunos ya saben lo que es el “triángulo de la vida”, tienen una mochila con provisiones guardadas y una radio hasta con pilas de repuesto, otros confiesan que todavía salen corriendo despavoridos o en vez de ponerse a resguardo terminan afirmando la tele como si fuera el bien más preciado que sus vidas.

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Más preparados

Una cosa es mantener la calma frente a un sismo de mediana intensidad, pero otra distinta es enfrentar uno de gran magnitud, como el de febrero de 2010. Incluso, si vives en el país donde sucedió el terremoto más fuerte registrado en la historia (el 9,6 de Valdivia, en 1960).

Pero es precisamente debido a la cantidad de desastres que ha enfrentado históricamente Chile-terremotos, tsunamis, aluviones y otros- que hay un consenso entre los especialistas respecto de que los ciudadanos se han ido adaptando. En ese contexto, el 27F habría aumentado la conciencia de la población frente a estos eventos.

De hecho, y a pesar de los numerosos errores cometidos en 2010 por los organismos encargados, los chilenos creen que hoy el país está mucho más preparado para una catástrofe de este tipo. Según la encuesta Cadem N° 266, un 72% de los consultados cree que la Onemi “lo hace muy bien o bien”.

Marcelo Lagos, geógrafo de la Pontificia Universidad Católica de Chile y especialista en procesos naturales extremos y su interacción con asentamientos humanos, es uno de los que creen en este progresivo cambio cultural.

"Si volviera a ocurrir un evento como el del 27F en Chile, yo no pongo en duda que las conductas de autocuidado de la población en zonas expuestas van a ser razonables y adecuadas”.

Un cambio que se debe, en parte, a la importancia que hoy se le ha dado a la educación sísmica, el desarrollo de mejores tecnologías y la implementación, por parte de la Onemi y el SHOA, de nuevos protocolos y planes de evacuación. Durante los últimos años los chilenos han sido testigos de la instalación de señaléticas en las zonas costeras y la implementación de simulacros en varias ciudades.

Señalética de tsunami en Valparaíso.

El Centro de Alerta Temprana (CAT), perteneciente a la Onemi, tiene ahora un Sistema de Alerta de Emergencias (SAE) que envía un mensaje a los celulares de las personas en caso de riesgos como tsunamis, sismos de mayor intensidad, incendios forestales o erupciones volcánicas. El texto es enviado automáticamente y no se ve afectado por problemas de señal o colapso en las redes, ya que utiliza otros canales de frecuencia. “Su único límite es la cantidad máxima de caracteres, que es de 90, entonces el mensaje debe ser lo más claro posible”, explica Miguel Ortiz, director del CAT.

Por su parte, el Ministerio de Educación (Mineduc) desarrolló una Política de Seguridad Escolar y Parvularia, cuyo eje central es “la formación sísmica de niños, niñas y adolescentes”, explica Raimundo Larraín, jefe de la División de Educación General (DEG).

Un ejemplo de esto es que, a partir de este año, el Programa de Estudios de tercero medio incorpora en la asignatura de Ciencias para la Ciudadanía un módulo denominado “Seguridad, Prevención y Autocuidado”, el cual tiene unidades sobre riesgos socionaturales y amenazas.

Mario Tapia, director del Centro Educacional Eduardo de la Barra, ubicado en la comuna Peñalolén, explica que el Plan Integral de Seguridad Escolar (PISE) del Mineduc establece un protocolo y programa preventivo para los establecimientos. “Es obligación hacer al menos un simulacro al año”, agrega.

“Nosotros sabemos qué hacer si estamos en el colegio y hay un temblor”, asegura Martín Villa, de 12 años, y que asiste a un colegio en la comuna de La Pintana. Hay que mantener la calma, ponerse a un costado de la mesa y luego salir en fila, ordenadamente, al patio que les corresponde. A él no le dan miedo, dice, pero otros compañeros sí se desesperan e, incluso, lloran.

Simulacro nacional de terremoto en el Colegio Carlos Condell de la comuna de Estacion Central, año 2013.

Entre el trauma y el olvido

Una de las preocupaciones de quienes trabajan en seguridad y prevención de riesgos es la llamada “curva del olvido”. Según Patricio Carrasco, director del SHOA, esta es exponencial: “Con el tiempo, la gente deja de realizar las acciones preventivas correspondientes, como ver las zonas seguras, hacia dónde evacuar, de dejar la mochila preparada con todos los implementos necesarios, etc.”.

Y es que cuando no hay terremotos en un período extendido, las personas suelen olvidar lo que deben hacer, como también el nerviosismo que produce un evento de esa naturaleza. “La sensación de riesgo va desapareciendo”, explica el director de la Onemi, Ricardo Toro.

"Aún falta profundizar en eso, hacerlo parte de nuestra rutina, porque no se trata tampoco de que estemos ‘espirituados’ todo el tiempo”, añade Carrasco.

Recordar lo suficiente para continuar realizando esas “prácticas seguras”, pero también olvidar en la justa medida para que no se desarrolle un trauma o un miedo permanente que pueda llevar a ser invalidante no siempre es sencillo para las personas. 

En febrero de 2010, Camilo Véliz tenía 16 años y estaba de vacaciones en Talca junto a su padre. Apenas paró de temblar ambos fueron a San Rafael, un pueblo a 20 kilómetros de la ciudad, donde vivía su abuelo. A medida que fue adentrándose en el lugar, se encontró con personas pidiendo ayuda bajo los escombros. Meses después, tuvo que ir al sicólogo.

"Con el tiempo se me fue quitando la angustia y hoy me siento más tranquilo. En parte, porque sé que como país estamos más preparados, pero también porque tengo un hijo de tres años al que debo proteger”, explica.

Pamela Soto (39) recuerda que para la réplica del 11 de marzo fue corriendo a buscar a su hijo al colegio. Cuando llegó estaban todos los niños sentados en el patio y los padres afuera, gritando. Hoy, reconoce que volvería a ir a buscarlo. “Más que la destrucción que el temblor pueda causar, me da miedo el movimiento. Les tengo terror”, dice.

Para mantener a raya el miedo, muchas personas deciden mantenerse lo más informadas posibles. Bernardita Gallardo (56) tiene en su celular una aplicación que ofrece informarle, e incluso advertirle con algunos segundos de anticipación, de cualquier sismo alrededor del mundo. Cuando escucha la alarma, prefiere revisar la información para saber si el temblor es inminente o si ya está ocurriendo, antes que ser advertida por el mismo movimiento (en el caso de que este fuera en Chile).

"Cómo reacciona cada persona a un evento de este tipo no depende solo de la amenaza, sino también de la vulnerabilidad psicológica que tenemos como seres humanos individuales”, señala el sicólogo Humberto Marín.

Por lo mismo, recibir apoyo sicológico después de un desastre es clave, dice Marín, refiriéndose a los llamados “primeros auxilios sicológicos”. En ese contexto la SOCHPED ha desarrollado videos informativos para apoyar a la población. “Hacemos videos de cómo autoayudarse, cómo contener a niños o ancianos, etc. Creemos que así podemos llegar a más personas que si hacemos una charla”.

Las personas necesitan apoyo y contención, resumen los expertos, pero al mismo tiempo recordatorios permanentes de que el riesgo sigue existiendo e información para que puedan mantenerse seguros. “Cuando termina un desastre, ahí tenemos que poner la atención, ahí es cuando empieza el trabajo”, concluye Karent Hermosilla.

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