Ana Noemí Booth Acuña
24 julio 1958 - 27 febrero 2010
Lugar de fallecimiento:Pelluhue, Región del Maule
Causa:Asfixia por inmersión (ahogamiento)
Mi mamita era una persona humilde, sencilla, buena vecina, esposa y madre. Le gustaba ayudar a los demás. Si hubiese estado al alcance de ella, sé que hubiese ayudado a todo aquel que lo necesitase. Cuando alguien necesitaba algo, ella era la primera en ofrecerse. Ella trabajó como asesora de hogar puertas afuera, con una vecina del pasaje de al lado. También trabajaba en el campo, aunque en el último tiempo estuvo en casa, cuidando y ordenando su hogar.
Recuerdo que cada vez que llegaba del colegio ella me esperaba con algo rico. Arroz con leche, papas fritas y quequitos, eran algunas de las cosas que cocinaba. Era muy ordenada y dueña de casa. Me acuerdo que fuimos a trabajar a las peras en el último tiempo, entre diciembre del 2009 y enero del 2010. Ahí ella hizo su platita conmigo antes de irnos de paseo, aquel paseo que le quitó la vida.
El día 27 de febrero nos encontrábamos en el camping de Curanipe. Mi madre iba conmigo y con mi padre. Estábamos ahí por vacaciones. Queríamos disfrutar y despedir aquel verano. Recuerdo que estábamos durmiendo en las carpas, cuando sentimos el fuerte sismo que sacudió nuestras carpas. Ella se levantó y despertó a mi padre y a mí. Nos levantamos y, minutos después de que terminó el terremoto, uno de mis vecinos nos dijo que venía una ola tremenda. En eso miramos hacia el mar y ahí fue cuando salieron las olas, recuerdo haber visto tres.
Todos empezamos a arrancar, pero ella escuchó un grito de auxilio y se devolvió por esa persona, yo la seguí para ver si alcanzábamos a salvarla o a ayudarla. Pero lamentablemente no fue así. El mar nos tomó a ambas y ahí me separé de mi mamá. Después de todo esto, yo quería ver a mi mamá por última vez y ahí fue cuando entramos a una iglesia y habían muchas personas esperando poder reconocer a sus familiares. Recuerdo que después de sacar a los muertos del mar los entraban con frazadas y los ponían en el suelo tapados con otras frazadas. Así estaba mi mamá, en medio de tanto fallecido, con la punta de su nariz morada y su pelo en su carita, llena de arena. Y ahí fue cuando la vi por última vez y le tiré un beso.
Mamá, se que no nos pudimos despedir, aunque estuvimos juntas en lo que nos sucedió, pero sólo nos aferramos la una a la otra, porque teníamos la esperanza de que aquello que nos estaba sucediendo iba a pasar. Viejita, tú sabes lo mucho que te amé y te sigo amando, aún me cuesta superar tu partida, partiste dejándome tan pequeña, que necesitaba y aún necesito de ti. Pero tus enseñanzas, valores y humildad las llevo presentes, mamita. Solo espero volver a encontrarme contigo para probar nuevamente, de tu mano, aquel arroz con leche que día a día me tenías preparado después de clases. Te mandamos un beso gigantesco, viejita. Vuela muy alto para que un día nosotros te podamos encontrar.
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