Bernardo era un niño respetuoso y cariñoso con toda la gente, desde el más chico hasta el más grande. Él había pasado a tercero medio, era super bueno para las matemáticas, no era tímido y lo que más le gustaba era jugar fútbol, pero aún no tenía claro qué quería hacer al salir del colegio. Lo que ocurrió en el terremoto fue muy terrible y triste. Con mi hija fuimos sobrevivientes del mar, por obra de Dios. Recuerdo que el agua me arrastró un kilómetro hacia adentro y después tuve que buscar a mi hijo por 22 días, en los cerros. Han pasado 10 años, pero aún siento un dolor muy grande en mi corazón. No ha habido una indemnización a los familiares ni nada que cure las heridas siquiera para tener con qué ir a ponerle una flor, una vela. Creo que ninguna madre sobrevive lo que yo estoy viviendo. Hijo, donde quiera que estés, siempre te recordaré. Siempre estarás en mi mente y en mi corazón. Cuídame y protégeme. Eres un angelito que tengo en el cielo. Su hermana dice que él fue su mayor regalo, un hermano cariñoso, alegre, con esa chispa que era única y que nadie más la tenía.