Mi tía, la hermana de mi papá, era una mujer muy humilde. Tranquila, buena, jamás se involucraba en problemas con nadie, prefería siempre estar en paz. Ella era dueña de casa.

Con su marido, Armando, eran inseparables, pero nunca tuvieron hijos. La noche del terremoto, Dina estaba durmiendo junto a su marido. Vivían en Santa Emilia, frente a mi casa.

Ellos estaban solos y lo más probable es que no alcanzaron a arrancar después del fuerte movimiento. Se les cayó la casa, que no era muy sólida porque estaba hecha de adobe. Se cayó todo. Ellos estaban abrazados cuando los encontraron.

Fue una muy buena tía. La quiero mucho, era yo la que la acompañaba al médico y a todo. Ella siempre se reía y me decía que yo era su sobrina regalona. Yo y mi hijo la echamos mucho de menos.