Gonzalo Sebastián Alonso Espinoza Carrasco
01 abril 2004 - 27 febrero 2010
Lugar de fallecimiento:Tirúa, Región del Biobío
Causa:Asfixia por inmersión (ahogamiento). Traumatismo raquimedular
Soy Jorge, el papá de Gonzalo. Recuerdo que mi hijo, a sus cinco añitos ya era un hombre que sabía bien lo que quería. Él estudiaba en un colegio de monjas y no olvido que me mandaron a buscar dos veces porque era medio desordenado. Reconozco, en todo caso, que yo le fomentaba el desorden, pero él era un buen hijo. Era obediente, respetuoso y muy gracioso.
En ese tiempo yo trabajaba y siempre llegaba después de la medianoche. Gonzalito me esperaba. Se quedaba en pie hasta que yo llegaba y dormía conmigo. Él era muy, muy apegado a mí.
El 27 de febrero estábamos en Quidico. Íbamos de pasada y, por la hora, decidimos quedarnos en ese lugar. Estábamos en la orilla de la carretera, en un área que está limpia y se usa para camping. Ahí armamos nuestras carpas, recuerdo que hicimos un asado y me estaba costando un mundo hacer el fuego, pero Gonzalito, mi hombre, me la ganó y lo prendió.
Ya de madrugada, cuando empezó el terremoto, desperté saltando de un lado para otro adentro del auto y pensé que eran los niños. Recuerdo que creí que estaban bromeando, pero no. Eran demasiado fuertes los movimientos y cuando dejó de temblar salí del vehículo y nos quedamos mirando todos, sin saber qué pasaba.
Entonces sintonicé una radio y me enteré de lo sucedido. Escuché que las autoridades habían descartado la alerta de tsunami. Todo parecía tranquilo hasta que, de repente, escuchamos a una señora gritando que arrancáramos. Nos subimos al auto e íbamos saliendo hacia la carretera cuando nos pegó una ola por el costado del copiloto. El agua tiró el auto hacia unos árboles y golpeó mi puerta. Ahí la puerta se abrió y yo caí del auto, mientras que el mar se recogió y me llevó hacia adentro.
Yo quedé flotando entre las ramas de unos árboles, lejos del lugar donde estábamos, hasta que escuché la voz de mi sobrino. Cuando logramos sacar a Gonzalo y su hermana, Nicole, nos fuimos con ellos a buscar auxilio. Todo estaba en el piso, todo había caído. Llegamos a un lugar a media hora de donde estábamos y ahí había una paramédica, pero ya nada se podía hacer. Entonces supe que había perdido a mis dos únicos hijos.
Los extraño y los amo, a ella y a Gonzalo. Gracias por dejarme ser su papá. Los llevo a cada parte que voy, son parte de mí y de su madre.
Yo, Yamile Carrasco, mamá de Nicole y Gonzalito, sólo puedo decir que cada noche, al cerrar mis ojos, los siento vivos en mis sueños. No quisiera despertar porque ahí los puedo ver, sentir y abrazar. Quiero decirles que los extraño. Sé que Dios los envió a mí con un propósito… vivir, amar y ser felices. Me enseñaron que la felicidad se encuentra en las cosas más simples de la vida. Gracias por enseñarme el valor de la amistad. Dio frutos, porque hoy sus amigos forman parte de nuestras vidas y con sus recuerdos alegran mis días. Ya se cumplen diez años de su partida y el tiempo se detuvo. Sus recuerdos, su amor y travesuras fortalecen mi vida. Sé que están bien y felices con nuevas vidas. Sé que siempre están junto a mí susurrando en mis oídos. Mis amores, pronto estaremos juntos y nos abrazaremos en un abrazo eterno y tomados de las manos correremos jugando con las suaves olas que abrazan el mar.
Jorge Espinoza Erices y Yamile Carrasco, padres de Gonzalo
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