Guillermo era una persona de muy buen carácter, muy acogedor, muy querido por la gente, especialmente por sus trabajadores. Él era gerente de los supermercados Santa Isabel. Siempre fue reconocido por el trato muy humano hacia los demás. Por eso cuando falleció las muestras de cariño no tardaron en hacerse presentes, tanto así que en Santiago, en uno de los edificios de la cadena, en su memoria inauguraron una sala de reuniones con su nombre.

En el momento del terremoto nos encontrábamos en la casa, mi marido, mi hijo mayor y yo. Apenas paró un poco el movimiento, nos subimos al auto y corrimos a buscar a nuestros otros hijos que estaban en casa de mi suegra. Nos devolvimos, acostamos a los niños, y con mi marido nos quedamos escuchando la Radio Bío Bío en el auto, que era lo único que nos funcionaba. Una vez que escuchamos de una de las autoridades de la región que ya no había peligro de tsunami, yo me fui a acostar. Él se quedó atento a la radio y cerca de las 7 de la mañana entró a la casa a avisarme que se iba. Nos despedimos y yo solo atiné a decirle que se cuidara y regresara pronto. Ese amanecer pasó la ola del tsunami por la interportuaria y lo arrastró cuando iba camino a su trabajo. Esto es algo de lo que me enteré después.

Durante 20 días, con la ayuda de amigos y gente especializada, lo buscamos incansablemente. Manteníamos viva la esperanza de encontrar su cuerpo para poder despedirlo y finalmente lo logramos. Nos quedamos con el corazón destrozado, pero siempre agradecidos de Dios por regalarnos la tranquilidad de darte el último adiós y tener un lugar físico donde recordarte.

Aunque la gigantesca ola de esa madrugada te separó tan tempranamente de tus tres pequeños hijos y de todos los que te amábamos, siempre mantendremos vivo tu recuerdo en nuestro corazón. Guillermo fue un gran padre y esposo. Su carácter dócil, alegre y solidario fue reconocido por todos quienes le conocieron, le quisieron y trabajaron junto a él. Muchos que, hasta el día de hoy, le recuerdan con el mismo cariño.