Hernán era una persona respetuosa y cariñosa con sus familiares y amistades. Un hombre muy conocido por el sector porque se dedicaba a la caza y a la pesca. Un gran vendedor de pescados. Esa era su pasión y logró hacerla su medio de vivir también. Recuerdo que siempre que íbamos a pescar y él se enojaba porque le espantaba los peces. Curiosamente, aunque le encantaba la pesca, jamás aprendió a nadar.

El día del terremoto se encontraba en la cancha de rayuela. Iba con unos amigos a jugar al tejo. Ganó ese partido y se quedó compartiendo con sus amigos. Murió aplastado por el derrumbe que ocurrió en la cancha, la que estaba ubicada atrás de nuestra casa en ese tiempo.

Nano, te recordamos con mucho cariño y alegría. Como familia te extrañamos demasiado, pero sigues siempre en nuestra memoria. Nunca pensamos que tu muerte sería así, sino quizás en alguna de tus jornadas de pesca, porque no sabías nadar. Lamentablemente, así es el destino.