Ella salió con su hija mayor a Curanipe. Iba a ir con tres de sus hijos, pero justo ese día les pusieron internet y mis dos sobrinos hombres se quisieron quedar en la casa. Se supone que volvían el día 26, pero como justo tocó fin de semana, en vez de volver el viernes pensaron devolverse el domingo y les tocó allá el terremoto. Arrancaron como arrancó toda la gente, porque toda la gente que estaba en el camping Curanipe arrancó a los cerros. Después de media hora ellos dijeron "ya no pasa nada, vamos a recoger todas las cosas y nos vamos rápido". Entonces andaba mi sobrina, su novio Andrés y mi hermana y cuando bajaron se encontraron con la ola, cuando ya estaban recogiendo las cosas. Andrés las encontró y después que las encontró tomó el auto y hasta que no encontró los cuerpos, no se vino. Después llegó aquí, a Talca, a avisar que habían fallecido. Ninguno creía y ahí empezó la locura de nosotros, de sus hijos. Cuando fuimos a buscar los cuerpos le preguntaba al novio de mi sobrina si es que ellas habían muerto abrazadas porque tenían las manitos como tomadas. Era muy buena, por eso se fue. Era una muy buena mamá, muy trabajadora. Trabajaba por sus hijos, trabajaba en una empresa de aseo, aquí, en Talca. Hacía aseo en la Universidad Católica del Maule. Cuidaba a sus hijos, daba todo por ellos. Le diría que la extraño, la extraño mucho. La extraño y para mí fue muy difícil ir a buscarla, reconocer cuerpos entre muchos cuerpos y creo que cambió mi vida totalmente. Gracias a Dios, después de 10 años, sus hijos están bien, su esposo igual. Todavía está con ellos, preocupado de ellos, un excelente esposo y papá.