De pocos amigos, pero muy querida. Así era mi hermana Margarita, la menor de 3 hermanos. Recién había terminado su práctica del liceo técnico y estaba llena de sueños y metas por lograr. Ella sería la primera profesional de la familia.

El 27 de febrero mi madre y mi hermana estaban junto a mi padre, y tres primos más, en la playa. Específicamente en el sector Paicaví, lugar donde se realiza la pesca a caballo. Llevaban un par de días arranchados en el sector, mi hermana había salido a caballo el viernes a vender la pesca y se había regresado con más víveres para seguir en la faena. A la hora del terremoto estaban durmiendo todos juntos.

Quisiera decirles las extraño. Todos necesitamos una familia que nos dé cobijo cuando te estás enfrentando al mundo, a la sociedad. No sentir los retos, las risas y los abrazos, el poder celebrar los triunfos y escuchar los halagos, es una ausencia indescriptible.

Éramos una familia unida, donde más de alguna vez nos faltó el pan, pero todos juntos lo superábamos. Pasar de eso a estar a solas ha sido complejo. A mi mamá María y a mi hermana Margarita las extrañaré por el resto de mis días, pero tengo la convicción que desde donde están siempre me protegen. Las amaré para siempre.