Angélica estudió historia, arte y estética. Ella era una artista del té, se ganó una beca a Japón e hizo varias exposiciones. Trabajaba como asistente de dirección del Museo Nacional De Bellas Artes.

El 27 de febrero de 2010 estaba de vacaciones en el Archipiélago de Juan Fernández con su pareja. Dormían en una cabaña cuando sintieron como crujía y que en el piso había agua. Se levantaron para salir, pero la puerta estaba trancada. En ese instante, como a las 4 y media de la mañana, llegó la ola.

Su pareja logró salir y sobrevivió al tsunami, pero ella no. Usando recursos de nuestra familia él, mis hermanos y un primo, la buscaron con perros y aviones, durante dos semanas, sin éxito. Así mi hermana se transformó en una de las desaparecidas.

María Angélica era comprometida y crítica con todo lo que hacía, luchaba con todas sus fuerzas para lograr sus metas. Al mismo tiempo era enormemente generosa, siempre ayudando a los demás. Una líder natural, muy alegre y querida. De hecho, le hicimos una misa simbólica en nuestro colegio, el Universitario Inglés, y mucha gente no logró entrar.

La amo y la extraño profundamente. Fue una tía y madrina maravillosa con mis hijos y sobrinos, lamento tanto que no pueda ser parte de sus vidas. Hubiera sido un aporte infinito para ellos. Y sin duda mi vida sería mucho más simple si estuviera conmigo, mi única hermana mujer.