Mi mamá había cumplido recién los 75 años, el 15 de ese mes. Ella era dueña de casa y super empeñosa. Fundó algunas comunidades cristianas, era súper católica, en su barrio todos la recuerdan por eso, porque hacía muchas cadenas de oración por los enfermos y decían que era milagrosa, de hecho yo creo que todavía es milagrosa porque le pedimos cosas y las cumple.

Rezaba siempre, iba a misa todos los domingos y era muy preocupada de todos los vecinos. Ella tenía muy poquita plata, pero lo poco que tenía lo compartía. Hacía canastas familiares y se las llevaba a las familias que estaban mal, cuando recibía un sueldo miserable, una pensión básica. No pensaba en ella, pensaba en todos los demás.

Ese mismo día del terremoto sus nietos pasaron a verla a ella y a mi papá. Les contaron todo lo que había pasado después del terremoto y mi mamá se enfermó. Apenas ellos se fueron le dio el ataque cardíaco y de eso falleció. Murió por el susto que pasó. Conociéndola, se empezó a preocupar por cómo estaban todas las personas y eso la afectó demasiado.

Fue muy traumático todo. Cuando nos la entregaron habían tantos cuerpos, todos los muertos. Fue un velorio super triste, sin agua, sin luz, sin flores. Rosas blancas fue lo único que tuvo ella. Recién ahora nosotros podemos hablarlo en familia, porque además era la matriarca, la que dirigía todo el cuento en la familia, de ella dependía toda la unión familiar, todos nos juntabamos en función a ella.

En cierta forma, yo hablo con ella todos los días, entonces la siento super cercana, pero sí me hubiera gustado disfrutar más tiempo con ella. Lo bueno es que, la última noche que pasamos con ella, nosotros recibimos visitas y me fui a acostar con mi mamá y mi papá. Tengo ese consuelo, de haber recibido el abrazo de ella en la noche, un ratito.