Mi hermana era como bien mamá para sus cosas. Yo siempre he dicho que hay mujeres que nacen con el don de madre y otras que no tanto. Ella nació con eso.

Era muy dueña de casa, muy tierna. De los hermanos, ella era la más alegona. Nunca se quedaba callada, pero en ese aspecto éramos bien unidos todos. Ella era modista, y cuando se separó empezó a trabajar para Sodexo, en una empresa de alimentación. Ahí era auxiliar de cocina.

Esa madrugada, ella tenía turno de noche en el trabajo, pero un compañero le pidió que se lo cambiara: que ella trabajara en la mañana y él en la noche. Mi hermana accedió, y recuerdo que se quedó en la casa.

Ese día durmió con sus dos hijos, Josué y Felipe. Vivíamos todos juntos en una casa en Talcahuano, como a cuatro cuadras del mar, pero en altura. Ella y sus hijos murieron por aplastamiento.

Nosotros retiramos los cuerpos. Estaban los tres juntos en la misma cama. Uno de mis sobrinos estaba tapándose los oídos, el otro todavía estaba durmiendo y parece que mi hermana fue la que alcanzó a estar mas tiempo despierta antes de que se cayeran las murallas encima de ellos.

Hoy sabemos que los tres están descansando. Los extrañamos y cada día recordamos lo especiales que eran en nuestras vidas.