Dos astros que se alinean y por unos segundos oscurecen el cielo, en pleno día. Un espectáculo natural que moviliza a miles de personas, expertos y aficionados. Este 2 de julio Chile será nuevamente testigo de un eclipse total de sol, y en este especial de La Tercera te contamos todo lo que necesitas saber de este increíble evento astronómico.
Probablemente todos aprendimos en el colegio qué eran los eclipses y cómo sucedían. Ahora, que cada uno de nosotros lo recuerde, bueno, esa es otra historia. Por eso invitamos a un científico de larguísima trayectoria a explicalo en un breve video: Mario Hamuy, astrónomo, académico de la Universidad de la Chile, ex director de Conicyt y Premio Nacional de Ciencias Exactas 2015, quién acaba de publicar un libro sobre el este tema, llamado Sol Negro.
¿Cómo se verá si está nublado?
Sólo habrá un oscurecimiento parcial, cuyo peak se dará en la hora de mayor cobertura del sol, lo implica que se pierde gran parte de la espectacularidad del momento, que sí se dará en la zona de oscuridad total.
¿Qué es lo que se verá en Santiago?
Si tenemos un cielo despejado, veremos el sol eclipsado en un 92%. Como una “galleta mascada”, pero ese 8% de sol, es suficiente para iluminar la Tierra y está no se verá como si fuera de noche, que si es lo que sucederá en parte de la regiones de Coquimbo y Atacama.
¿Cuál es el mejor lugar para ver el eclipse?
En los días previos al eclipse es importante busca un lugar desde el cual se tenga una visión panorámica del sol. Así tendrá identificado de antemano un buen punto de vista para la observación. No olvide que nunca que se debe mirar al sol sin los lentes de protección.
Un evento fascinante y que hoy tiene a tope las reservas hoteleras de la región de Coquimbo. Ya sea en auto, bus o avión, todos quieren ser testigos del eclipse solar en primera fila. No pocos buscan con apuro conseguir un par de anteojos especiales para observar el fenómeno. Nadie quiere perderse ese momento en que, en medio del día, se hace la oscuridad. Pero no siempre fue así.
“El Sol era considerada una deidad y, como en esa época no se sabía por qué se producían los eclipses, era bastante aterrador presenciar la oscuridad en pleno día. No había calor y creían que la vida iba a desaparecer”, relata el director del programa de astronomía de Conicyt, Luis Chavarría.
Pero una vez que los avances científicos determinaron que los eclipses solares se producían porque la Luna tapaba al Sol, y que ocurría con cierta regularidad, estos eventos comenzaron a causar gran interés en la gente, agrega Chavarría. “Los eclipses sirven para aterrizarnos y elevar nuestra la mirada al cielo, el mismo universo nos está diciendo que somos parte de algo mucho más grande”.
Ahora incluso existen personas que se autodenominan “cazadores de eclipses”. Ciudadanos comunes y corrientes que viajan alrededor del mundo para presenciar este fenómeno. Una de ellas es Kate Russo, psicóloga australiana que escribió el libro Being in the shadow, el cual recolecta experiencias de distintos espectadores de eclipses solares totales.
Russo está en Argentina y presenciará el eclipse del 2 de julio en Bella Vista, otro de los puntos en que se logrará apreciar la sombra de la luna en su totalidad. El primero que presenció fue en Francia y allí decidió repetir esa experiencia cada vez que le fuera posible, siendo este eclipse el duodécimo eclipse solar total del que será testigo.
El eclipse provoca un cambio en el ambiente y, en consecuencia, en toda la vida afectada por el mismo. “Por algunas horas la temperatura baja y hay más viento. Los animales se confunden mucho porque no entienden lo que está ocurriendo. Uno mismo
experimenta un escalofrío que te baja por la espalda, porque tu lado primitivo sabe que está ocurriendo algo que no debería pasar: es de día, pero parece de noche ”, dice la australiana.
Rodolfo Angeloni, astrónomo y académico de la Universidad de La Serena, concuerda con esta reflexión. “Este es el fenómeno más espectacular que la naturaleza nos pueda ofrecer. No hay foto, vídeo, o explicación que pueda mínimamente reproducir el conjunto de sensaciones que se generan durante esos efímeros momentos de penumbra. Y lo comento no como experto sino como un testigo más, ya que tuve la suerte de ver un eclipse total de Sol el 11 de agosto de 1999.
Para Kate Russo presenciar este fenómeno es una forma de conectarse con los otros. “Aunque sea algo que dura dos minutos, el tiempo se vuelve irrelevante. Te sientes conectado con la humanidad, porque estamos todos reunidos teniendo la misma experiencia. Siento que es una metáfora de la vida, que pasa muy rápido, es intensa, breve, maravillosa, y llega a su fin. Al igual que un eclipse total de sol”.
Terremotos, envenenamiento de comidas y hasta efectos en los bebés son algunas de las creencias vinculadas a presenciar un eclipse. No es de extrañar, afirma el académico de la Facultad de Educación de la UDP, Felipe Kong , pues involucran al sol y la luna, “astros que nos acompañan desde nuestros primeros pasos en este planeta y que desde siempre han maravillado a la humanidad” pero también han sido fuente de misterio e incertidumbre.
Para Álvaro Rojas-Arriagada, investigador del Instituto Milenio de Astrofísica (MAS), vistos desde nuestra perspectiva moderna los eclipses proporcionan explicaciones de la naturaleza que muchas veces dicen más acerca de las culturas que las produjeron que de los fenómenos que pretendían explicar. “El acervo cultural que hemos heredado de nuestras milenarias raíces es poderoso y emerge cuando de explicar fenómenos naturales anómalos y espectaculares se trata”. ¿Cuáles son algunos de los principales?
Últimamente ha circulado la idea de que durante el eclipse todos perderemos peso, “lo que en términos generales, algo tiene de cierto”, señala Álvaro Rojas-Arriagada. Efectivamente, durante un eclipse solar la Luna y el Sol se encuentran alineados con la Tierra, de tal manera que la fuerza de atracción gravitacional combinada de ambos astros nos da un pequeño tirón hacia arriba, contrarrestando un poco la fuerza de gravedad de la Tierra. Esto, dice, hace que disminuya levemente nuestro peso, pero no así nuestra masa. “No es que perdamos materia sino que la fuerza resultante total hacia abajo, esa que nos mantiene con los pies en Tierra, es levemente menor que en otra ocasiones cuando Tierra, Luna y Sol no se encuentran alineados”. Se trata de un efecto pequeño, explica, equivalente a unas decenas de gramos. Pero no es mucho mayor que el que sucede cada mes con la Luna nueva.
De acuerdo a esto, durante un eclipse el sol emitiría un tipo de radiación dañina que echaría a perder cualquier preparación. “Esto por supuesto en la eventualidad que prefiriéramos cocinar algo en vez de observar el eclipse”, acota Rojas-Arriagada. Sin embargo, esta idea es falsa. Durante un eclipse no existe ningún tipo de radiación diferente que sea emitida por el sol. Justamente lo que sucede durante un eclipse es que la luna bloquea los distintos tipos de radiación, luz visible, radiación UV, etc., que normalmente recibimos del sol. Incluso, si efectivamente algún tipo de radiación dañina se produjera de algún modo durante un eclipse, señala Rojas-Arriagada, “no habría motivo para pensar que esta solo afectaría lo que cocinamos, sino también a los alimentos almacenados en la despensa, refrigerador, o incluso a los cultivos”.
Se escucha también que es peligroso presenciar los eclipses porque existe el peligro de ser bombardeados por rayos X provenientes de nuestra estrella. ¿Es cierto? Rodrigo Contreras Ramos, investigador del Instituto Milenio de Astrofísica (MAS) aclara que hay solo una cosa cierta en esa idea y es que el sol emite radiación X. “Esta radiación proviene de la parte más externa de la atmósfera del sol, la corona solar, la cual es visible únicamente durante un eclipse total de sol, de ahí nace el mito”. Pero hay dos consideraciones que desmienten la posibilidad de que seamos bombardeados de rayos X. La primera es que la Tierra posee la atmósfera, que bloquea toda la radiación dañina del sol, no solo los rayos X. La segunda, dice, es que la corona del sol está siempre presente, tengamos un eclipse o no, solo que el disco solar es demasiado brillante y no nos deja verla. “Todo el tiempo el sol está emitiendo rayos X, no solo en los eclipses, pero esta radiación es frenada por nuestro escudo natural, la atmósfera”, destaca el académico.
Existe la idea de que es desaconsejable que una mujer embarazada observe el eclipse. El hacerlo, podría traer graves consecuencias, labio leporino, deformidades, mudez o incluso el aborto. Rojas-Arriagada indica que en una versión menos trágica “ese mito indica que si durante el eclipse la mujer se rasca alguna parte de su cuerpo, el bebé nacerá con manchas en la piel, que pueden ser rojas o negras”. Pero no existe ninguna conexión entre contemplar un eclipse, “que sencillamente consiste en caer momentáneamente bajo la sombra de la Luna –como podríamos caer bajo la sombra de un árbol– y cualquier tipo de problema del desarrollo en un no nato”, indica Rojas-Arriagada.
Una creencia que tiene un origen bíblico. En el Apocalipsis, dice Felipe Kong, se relaciona a los eclipses de sol y de luna con los terremotos: “Y vi, cuando abrió el sexto sello, sobrevenir un gran terremoto, y el Sol se volvió negro como un tejido de crin, y la Luna toda ella se volvió de sangre” (Revelación vi:12). No existen pruebas científicas que la avalen, agrega Rodrigo Contreras Ramos, también investigador del Instituto Milenio de Astrofísica. Es cierto que la Luna y el Sol tienen una influencia gravitatoria sobre la Tierra, la cual produce que nuestro planeta se “comprima y se estire” todo el tiempo, como ocurre con las mareas mayores en luna nueva o llena. Sin embargo, los terremotos suceden todo el tiempo. Y si tuvieran alguna conexión con los eclipses, aclara Contreras, tendríamos una mayor concentración de ellos dos veces al año, que es justo cuando se dan las condiciones para la ocurrencia de eclipses, pero “tal evidencia no existe”.
“Todo Chile mira hacia el cielo”. Ese fue el titular de La Tercera el jueves 3 de noviembre de 1994. A las 9 de la mañana con 18 minutos de ese día, cerca de 14 millones de chilenos y chilenas serían testigos del último eclipse total de sol del siglo XX.
La televisión realizó una programación especial desde Putre, localidad ubicada en el centro de la franja de ocultamiento del sol. El resto del país lo vio de forma parcial, pero aun así algunos colegios suspendieron las clases y miles salieron a las calles esa mañana para verlo.
El eclipse duró cerca de 3 minutos, 30 segundos más largo de lo que será el de este 2 de julio, “Entiendo que no estuvo completamente despejado, pero que se pudo observar satisfactoriamente”, señala el académico del Departamento de Astronomía de la U. de Chile, Mario Hamuy, quien vivía en La Serena y esa ocasión no pudo trasladarse al epicentro del evento.
Según Erika Labbe, astrónoma y coordinadora de difusión del núcleo de astronomía de la UDP, el ambiente era de mucha expectación. En ese entonces ella era una joven estudiante y participaba de un club de astronomía. “Nosotros teníamos un filtro y nos turnábamos para mirar. Se veía el sol 50% tapado por la luna”.
Desde la independencia, 14 eclipses totales que se han visto en el territorio nacional. Y hace 25 años la expectación era grande. Jorge Ianiszewski, director del Círculo Astronómico de Chile, recuerda que con un grupo de aficionados se organizaron y fueron a Putre. Alojaron la noche anterior en un colegio de la comuna. Esperaban ansiosos. Llevaban cámaras para no perder ningún detalle. No eran los únicos. A pesar de la distancia, la pequeña localidad recibió una considerable cantidad de visitantes.
Cuando llegó la hora, se dio cuenta que lo más espectacular, la verdadera magia, era todo lo que ocurría entorno al eclipse. Justo lo que él no fotografió. “Se oscureció todo, empezó hacer frio y había una luminosidad extraña, pero no lo capté por estar preocupado del fenómeno mismo”.
La oportunidad fue aprovechada por los científicos para estudiar la corona del sol. Pero más allá de la ciencia, “vivir el momento y estar bajo la sombra de la luna, fue espectacular”, dice Ianiszewski.
Aunque para los fanáticos el entusiasmo era el mismo que viven en estos días, la distancia de Putre de gran parte del país hizo que en la mayoría de la población “el entusiasmo fuera menor”, dice la doctora en Astrofísica y Premio Nacional de Ciencias Exactas 1997, María Teresa Ruíz. En esta ocasión, la zona de mejor visibilidad del eclipse, ubicada en las regiones de Coquimbo y Atacama, es mucho más cercana a Santiago y posee una oferta turística bastante desarrollada.
La preparación para observarlo fue también marcadamente distinta. La tónica fueron proyectores caseros, radiografías o vidrios oscuros, para visualizarlo. Algunos, los menos, tenían lentes certificados o visores con filtros de material plástico. Fotografías de la época muestran al presidente Eduardo Frei-Ruiz-Tagle, que comenzó el 11 de marzo de ese año su periodo, con un vidrio oscurecido viendo el fenómeno.
Jorge Ianiszewski realizaba un programa radial sobre astronomía en la Radio Universidad de Santiago y allí, en medio de las efemérides que daba a conocer, comenzó a difundir el evento, “pero no hubo gran expectación, el ánimo previo fue mucho más discreto”. Hoy, admite, estamos todos infinitamente más interesados en el tema. “Quienes nos dedicábamos a la difusión de la astronomía éramos muy pocos”, sostiene.
Pero sin importar la fecha, los eclipses rompen con uno de los principales problemas de divulgar ciencia, el cómo llevar los temas científicos al público común, reflexiona Erika Labbé. En palabras simples, nadie puede ser indiferente a un eclipse, al hecho de quedar en penumbras en medio del día. “La sensación de estar presenciando al universo en acción es abrumadora. Una experiencia positiva, única e irrepetible”, destaca la astrónoma.