Paulina Martínez tiene 48 años y trabaja en la feria, al igual que su amiga Pamela Catalán, de 43. Se conocen hace más de una década. Por eso, Pamela le presta su teléfono durante estos últimos días, ya que su celular fue sustraído por carabineros, quienes hasta hoy no se lo han devuelto.
El pasado lunes 11 de noviembre, relata, más de 20 efectivos policiales ingresaron a su departamento, en la población Lo Hermida. Los vecinos afirman que el lugar fue sitiado por carabineros, luego de que un grupo 300 familias se tomara un sector de la Viña Cousiño Macul, exigiendo que allí se construyan viviendas sociales.
La toma, dice Paulina, duró aproximadamente 45 minutos. Tras ello, efectivos policiales y manifestantes se enfrentaron en las calles del sector hasta largas horas de la noche. La subcomisaría de Peñalolén, en avenida Los Presidentes, fue atacada con piedras y bombas molotov. Según detallaron desde la institución, ocho efectivos terminaron heridos, dos de ellos con lesiones producidas por elementos corrosivos. Los vecinos, por su parte, denunciaron un indiscriminado uso de gases lacrimógenos.
Martínez cuenta que durante esa jornada Carabineros estaba en la calle lanzando bombas lacrimógenas y una de ellas entró por la ventana de su pieza: "Esas cosas entran al rojo vivo y vi cómo se empezó a incendiar mi cama. Cuando la lacrimógena entró, quebró el vidrio y cayó arriba de un cubrecama, mi reacción no fue otra que tomarla y devolverla hacia afuera. Tuvimos miedo de perder nuestras cosas".
Su hija, con furia e impotencia por lo que estaba pasando, comenzó a garabatear a los carabineros. "Ellos la vieron y subieron, eran como 20. Rompieron la puerta, destrozaron todo y yo solo atiné a tomar mi celular y grabar. Me gritaron garabatos, me pegaron combos y patadas hasta dejarme en el suelo. Luego, uno de ellos pescó mi teléfono y se lo llevó".
A pesar de gritarles que estaba embarazada, la joven de 21 años fue golpeada con la misma intensidad por los efectivos, afirma su madre. Además, una de las patadas le llegó directo a su ojo. Al ver esto, su hermano de 24 años, que tiene esquizofrenia, colapsó e intentó golpear a los policías. Ambos fueron detenidos.
"Nosotros estábamos adentro de la casa, no estábamos haciendo nada. Ahora mis hijos están todos golpeados y nosotros encerrados en la casa, no salimos a ninguna parte por miedo”. Paulina agrega que lo único que quiere es poder tomar sus cosas e irse.
"Aquí los carabineros hacen lo que quieren, nadie los controla”.
Un vecino de la familia, de iniciales D.V.S., es quien grabó los videos que se viralizaron en redes sociales. "Ese día escuché que patearon la puerta de ella y la mía. Ellos estaban en sus casas sin hacer nada malo y los carabineros se metieron rompiendo todo a su paso. Yo tomé fotos de todos los daños y también hice videos escondido desde la ventana, por temor a que entraran acá también”, recuerda.
Agrega, además, que uno de los efectivos desenfundó su arma de fuego. D.V.S. vive hace cinco años en Chile y dice estar sorprendido con el actuar de Carabineros: “Nunca había visto algo así. Yo tengo un hijo de tres años, somos muchos acá los que tenemos niños y nadie pensó en ellos cuando lanzaron las bombas lacrimógenas”. Cuenta que cerca de su edificio hay un skatepark y que el miércoles 13 llegó una patrulla hasta ahí, disparando y lanzando gases. "Toda la semana ha sido así, en la noche nos alumbran los edificios, no dormimos en paz".
La hija de Pamela Catalán, la amiga de Paulina que le presta el celular para que pueda comunicarse, también se ha visto afectada por la violencia: "Ella tiene 13 años y estudia en la Escuela Santa María, que está a media cuadra de nuestra casa. Ese lunes yo me fui al trabajo y ella a estudiar. Como no tengo internet en el teléfono, no me enteré de que los carabineros habían comenzado a lanzar lacrimógenas a los niños hasta que llegué a trabajar y vi el grupo de WhatsApp de los apoderados".
Cuando supo, le avisó a su esposo, quien fue raudo a buscar a su hija. Al sacarla del lugar, la niña recibió el impacto de una lacrimógena en sus pies. Como además tiene bronquitis, ambos padres se asustaron muchísimo. ¿Qué podía pasar si respiraba ese gas? La niña está ahora con inhaladores, a la espera de que un especialista la atienda en el Hospital Calvo Mackenna, dado que sus síntomas empeoraron tras el ataque.
“No podemos dormir entre los disparos de carabineros y sus helicópteros. Yo temo por la salud de mi hija, de todos los niños y los adultos mayores que viven acá. Nadie se ha preocupado de frenar la violencia, que es de todos los días", acusa Pamela.