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El peligro de lo “viral”

por: Tania Opazo

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Si las redes sociales han cumplido un rol durante el estallido social, Daniel Halpern no vacila al afirmar que es negativo. El académico de la Universidad Católica e investigador del think tank TrenDigital ha seguido de cerca tanto la cobertura mediática como el comportamiento en línea de los usuarios en estos últimos dos meses. Confusión, ansiedad y una marcada polarización serían parte de las consecuencias de este permanente flujo de informaciones, imágenes y videos que nos proveen hoy la internet y, en particular, las redes sociales.

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Algunos afirman que las redes sociales han llenado un vacío informativo que los medios tradicionales han dejado. ¿Está de acuerdo?

Hoy día hay más teléfonos que personas; por supuesto que va a existir un registro visual de casi todo. Un camarógrafo no puede ganarle a un millón de teléfonos y cada uno puede poner lo que quiere que otros vean y encontrar lo que quiere ver. Creo que hay un aspecto de altruismo, de mostrarle al mundo lo que vi, de transmitir “mi verdad” al resto, pero sin duda hay gente que solo  quiere generar reacciones de los usuarios, descontextualizar y desinformar. Eso hace muy difícil entender lo que pasa.

¿A qué se refiere con “generar reacciones”?

El contenido que más se viraliza, el que la gente más quiere ver y el que más se comparte, es aquel con alta carga emocional. Saqueos o vándalos que destruyen, carabineros cometiendo abusos… mensajes emocionales, de gran impacto, pero que están fragmentados, que no ofrecen un relato, un contexto.  Frases incendiarias que le dan al usuario visibilidad y popularidad. Porque no es solo dar una opinión, es escribir pensando en la reacción del otro. Gente que escribe para las redes sociales. Es tremendo, pero te das cuenta altiro.

Es decir, el contenido más polarizado

Absolutamente. No son tuits que inviten al diálogo. Mi foco no es conversar, sino demostrar que el otro está equivocado. Da lo mismo lo que la defensa diga, cada uno está convencido de que tiene la verdad, porque fue lo que vio, por cómo se ha informado y cualquier cosa que no responda a esa mirada de la realidad, absolutamente subjetiva, es falso, creen que les están mintiendo. Es un escenario altamente complejo.

¿Qué otros efectos tendría este escenario del que habla?

Frente a un contenido emocional, la respuesta es claramente emocional, entonces se originan peleas de forma transversal. Pero eso no es solo eso. En la Encuesta de Medios que publicamos a inicios de este mes, un 64% de los consultados afirmó que la información de las redes sociales había afectado su estado de ánimo negativamente. Las personas se sienten más “virulentas”. En las redes sociales no hay filtro y muchas veces la gente termina viendo imágenes y videos tan fuertes que se les hace difícil concentrarse y funcionar normalmente.

Aun así, la misma encuesta que mencionas afirma que el 80% de los consultados se ha informado a través de las redes sociales durante el estallido social

Las personas tienen que entender algo: no es posible comprender en su totalidad todo lo que está pasando solo con Twitter y WhatsApp. Vas a quedar más desorientado.

¿Allí es donde entran los medios tradicionales?

Sin duda, un contenido periodístico de calidad permite salir de ese estado fuertemente emocional y pasar a uno más racional y analítico de los acontecimientos.

El problema es que hay una enorme desconfianza  en los medios.

La gente cree que la tele le miente porque no le muestra lo mismo que las redes sociales, pero eso es porque los canales de televisión, o el medio que sea, tienen pautas editoriales y definiciones respecto de qué información es más prioritaria. El criterio noticioso es distinto al criterio de un ciudadano común y corriente.

Sin embargo, los medios tradicionales están permanentemente recogiendo material de redes sociales.

Los medios están aprovechando el contenido generado por los usuarios y eso me parece fantástico. La gente se siente escuchada y ese material es un complemento importante, porque no hay suficientes periodistas para estar en todos los lugares reporteando. Es muy relevante que se haga, siempre y cuando se mantengan ciertos cánones periodísticos.

¿Notas un mayor “empoderamiento” de la gente respecto del uso de sus teléfonos para retratar  todo lo que ha estado pasando?

La gente hoy día ve el mundo en función de su teléfono, es realmente una extensión de ellos, y si pasa algo interesante, obvio que hay que grabarlo. Pero va mucho más allá: la experiencia de estar en una marcha no es experiencia sino hasta que se comparte por el teléfono. Tú ves gente en las marchas que están más preocupadas de mostrar en redes sociales que están marchando que de participar efectivamente de lo que está pasando en ese espacio. Eso pasa porque lo offline ha quedado relegado a un segundo plano respecto a lo online. Y si uno quiere mostrarse como un actor relevante, tienes que estar ahí, que te vean. La mayoría de las veces la gente no tiene conciencia de lo que significa esa presencia online.

¿En qué sentido?

Es muy difícil proyectar las consecuencias offline de mis acciones online. Se necesita una alfabetización digital avanzada para poder visualizar realmente los efectos e impactos de lo que uno sube a la web. Qué es viral o no es muchas veces una lotería, un influenciador toma tu contenido, lo comparte y de un momento a otro puedes verte expuesto en una forma que no esperabas, que no querías. Puede que te alaben si a ese influenciador le gustó tu contenido, pero, por el contrario, si lo critica, pueden terminar atacándote, “funándote”. Poca gente reflexiona y se anticipa a esas posibilidades.

¿El estallido social marca un antes y un después en el uso de las redes sociales en nuestro país?

Dicen que la gente se ha estado coordinando para las marchas en redes sociales  y que sin ellas es poco menos que el estallido social no hubiera existido. No estoy de acuerdo con eso, no creo que las redes hayan sido causantes del estallido social. Si el gobierno hubiera dado de baja meses antes de que esto empezara Facebook, Instagram, WhatsApp, Twitter…, creo que las movilizaciones igualmente se hubieran producido. Hace 30 años, para la marcha del plebiscito, hubo más o menos la misma cantidad de personas en circunstancias que la población de Santiago era menor, y sin celular, sin redes sociales. Ese es un punto, el otro es la brecha informativa.

¿A qué se refiere con ese concepto?

La brecha informativa es la diferencia existente entre lo que yo sé y lo que necesito saber para lograr un objetivo. Algo tan simple como regresar de la casa al trabajo. Hace dos meses la gente sabía a qué hora cerraba el Metro todos los días, no necesitaba estar revisando cada cinco minutos si la estación que le queda más cerca se cerró, o a qué hora van a dejar de circular micros ese día. Ahora no lo sabe y eso le provoca a la gente mucha ansiedad, lo que los obliga a estar permanentemente revisando sus teléfonos a ver qué está pasando. Se crearon una necesidad que no existía y ahora es un hábito.

¿Cuándo cree que esa intensidad del flujo informativo se calme?

Puede que lleguemos a marzo, que no pase absolutamente nada en las vacaciones de verano, y la gente estará aún esperando “algo”. Porque incluso si yo no quiero informarme, en un estado completamente pasivo recibo información, por ejemplo, cuando me llega un video a mi WhatsApp. Lo que, a su vez, ha desencadenado una desensibilización progresiva. Las personas ya vieron imágenes tan fuertes que ahora tiene que pasar algo demasiado impactante para que reaccionen. En resumen, va costar mucho volver a un estado normal de información.

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Coordinación y edición:
Tania Opazo

Investigación y textos:
Alison VivancoAlejandra JaraTania OpazoDaniela CruzatMirko CurihualAxel ChristiansenCarlos PérezSebastián Carrizo

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