La idea era hacer una barricada como las miles que se han hecho en estas semanas de manifestaciones. Johan Codoceo, estudiante de Comercio Exterior en DuocUC, se unió a varias personas que se reunían en la esquina de Las Rejas con la Alameda para “cacerolear”. Eran pasadas las seis de la tarde del sábado 19 de octubre. La jornada laboral del joven de 22 años, que los fines de semana trabaja como empacador en un supermercado Santa Isabel, había terminado anticipadamente como medida para evitar los saqueos.
“Como no pasaban micros para devolverme a mi casa, decidí unirme. Era transversal, había familias completas”, explica. Desde su lugar de trabajo, ya había sido testigo de numerosas manifestaciones. Ese día, a medida que se sumaban adherentes, algunas personas intentaron abrir el centro comercial Espacio Urbano, que se encuentra en la misma intersección. “Sacaron algunas cosas para encender la barricada. El ánimo general era colocar todo en la fogata, pero hubo tres personas que se metieron directo a sacar televisores”, relata Johan.
Agrega que los saqueadores esquivaban al resto de los protestantes, pasando por otro lado para llevarse lo que pudieran. La gente empezó a molestarse. A reclamar, a gritarles y empujarlos, hasta que eso no fue suficiente: un grupo se acercó al último de ellos y, juntos, le quitaron la tele que llevaba. “Él les dijo que no la fueran a tirar al fuego, pero eso fue precisamente lo que hicieron y justo lo grabé”, recuerda Codoceo.
Inicialmente, la intención del joven era grabar para mostrar a sus amigos lo que estaba pasando. Les envió el video por WhatsApp y ellos reaccionaron emocionados frente al actuar de la gente. Ahí es cuando Johan decidió subirlo a su Instagram: “Nunca me imaginé que el registro se iba a viralizar tan rápido. Todos empezaron a descargarlo y compartirlo en sus propias redes. Por eso se propagó tanto”. Incluso, comenta, llegó a Twitter, una red social que él no ocupa mucho.
¿Por qué su video se transformó una especie de ‘ícono’ para tantas personas? “Porque los que estamos en la calle salimos para conectarnos con lo que está pasando en Chile y no para delinquir, aunque se le ha dado mucho énfasis a lo segundo”, cree Johan. Si las protestas hubiesen sido solo una excusa para saquear, agrega, no se estarían extendiendo hasta hoy: “El protagonismo lo ha ocupado la gente con sus demandas”.
El joven estuvo con sus clases suspendidas y el supermercado donde trabaja cerró por algunos días, porque intentaron entrar y rompieron algunos vidrios. Hoy, como muchos otros, está funcionando, pero tapado con planchas de madera y metal para evitar los robos. Generalmente, la jornada termina algunas horas antes, lo que le ha afectado económicamente. Con sus compañeros se organizaron para que todos trabajen la misma cantidad de horas y "aunque ganemos poquita plata, ganemos todos por igual". De hecho, él ha optado por ceder algunos de sus turnos para sumarse a las protestas.
“He preferido sacrificar un poco de plata que restarme de un movimiento social que busca cambiar Chile. Hay que arriesgarse y perder un poquito para poder ganar lo que queremos”.
En su familia no están de acuerdo con su decisión. Son generaciones muy diferentes, explica Johan. “Me dicen que me cuide, que no vaya, pero yo les respondo que no somos las mismas personas que en 1973. Nuestra generación es más aguerrida y yo voy a salir igual a protestar por ellos, por nuestro futuro y por los hijos que algún día tendré. Esto es para todos y no solo para uno, supongo que así lo entiende la gente”.
Por lo mismo, cree que mientras sigan existiendo personas que se opongan a los delincuentes, como en su video, las demandas de la ciudadanía serán más fuertes: “La gran mayoría quiere manifestarse, no delinquir, y por eso estoy convencido de que todo esto valdrá la pena".